sábado, 20 de octubre de 2012

EN LIMONES HASTA EL GATO FUE A VOTAR

 Yo era un niño cuando se celebraron las Primeras Elecciones del Poder Popular en Limones, después del triunfo de la Revolución. Aquello fue una gran fiesta, Marino Leyva, el poeta del barrio, desde el sábado en la tarde andaba de casa en casa cantando décimas y llenando de buen humor el acontecimiento.
La escuela rural José Fernández Peña,   que sirvió de colegio electoral se adornado con pencas de mata de coco, cadenetas de papel y banderas multicolores, y por supuesto el Escudo Nacional y la bandera de la estrella solitaria.
Lo curioso de todo fue que a las cuatro de la tarde, todos los electores y sus familiares están en la “escuelita de la esquina” como le llamaban con tremenda fiesta; y a las 12 de la noche, las autoridades electorales le dijeron a los vecinos que la fiesta era muy buena pero que había que ir a dormir y bien temprano en la mañana ejercer el derecho del sufragio,  pero  nadie  se fue.
Las propias autoridades recibieron del electorado la misión de consultar para que se le autorizara ejercer el voto entrada la madrugada. Por la lejanía del lugar y a tanta insistencia de los vecinos, se autorizó y al amanecer Limones ya tenía electo el primer delegado electo en Cuba, misión que recayó en Enrique Leyva, el maestro de la comunidad.
La fiesta comenzó a las cuatro de la tarde cuando Marcial Gómez abrió la primera botella de ron y Disney Fernández le torció el pescuezo a una gallina para una caldosa, y luego se fue incrementando  hasta convertirse en un gran guateque que concluyó en la madrugada del domingo amanecer lunes, porque había que trabajar.
En Limones voto hasta el gato, porque muy cierto es que Elsida Oro no dejaba nunca solo a su querido felino, y allí junto a los perros de Pablo León, estuvo hasta que todos retornaron a sus respectivas casas con un montón de sueños y esperanzas, propios de las nuevas perspectivas que se comenzaba a vivir.